Cierro mis ojos y hay un halo brillante y difuso en la lejanía de mis párpados. Mis orejas emiten sonidos palpitantes y mi corazón late cada vez con menor fuerza. Inhalo profundamente y mis lagrimares gritan, pero desconozco la causa de ese valle de lágrimas. Mi árida piel se eriza ante ese sentimiento, no porque haya sido el más maravilloso de todos, sino debido esa vitalidad de sentir algo corriendo por mis entrañas. Algo que recuerde a este inexperto, ingenuo e inseguro cacharro, que alguna vez fue humano. Mis dedos se enredan fuertemente entre mi cabello, como un falso intento de despejar mi mente, pero el dolor que me provocan estos tirones, no son suficientes para apaciguar a la ira que hay en mi mente.
Desearía que ese fenómeno brillante fuese algún tipo de esperanza o una seña de que por fin todo esta agonía cesará y una fuerza divina se ha apiado de mi alma, pero no es más que el brillo de mi computadora escuchando todas las dramáticas ideas que siempre me reservo.
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