Capítulo 2: Esto no se puede romper
Antes de que mi esposa e hijas muriesen , jamás habría pensado que la expresión "el mundo se ha tornado oscuro" tuviese tanta exactitud para poder expresar lo vacía que es mi vida ahora. Lo preciso de ese limbo entre mi vida antes y después de sus muertes es ridículamente terrorífico, pues, ya no me dan ganas de llorar cuando les recuerdo, me he deshecho de sus pertenencias, pero cada tarde pongo caricaturas aleatorias por el televisor y rocío un poco de fragancia por toda la habitación para poder descansar. Eso no sonaría descabellado, si me gustasen las caricaturas y Carolina Herrera 212, pero no es mi caso.
Nadie sabe la verdadera razón del por qué las invito a pasar la noche a mi perfumada alcoba, pero las novias que he tenido, dicen que les soy infiel con una prostituta fina, cuando en realidad yo me siento como un infiel prostituto para esa fina mujer cada vez que me visitan, ya que a ninguna de ellas les he dicho que he estado felizmente casado y tristemente viudo. No estoy orgulloso de eso, pero lo que soy ahora me da tanta vergüenza, que me da repudio que Miriam y las niñas tengan algo que ver conmigo.
Regularmente, cierro mis ojos e inhalo profundamente el aroma del alrededor e imagino que todo es una mentira, que todo esto ha sido una larga y horrenda pesadilla, que las niñas están bien en su habitación y que Miriam y yo nos reímos por intentar no hacer ruido en nuestras noches de locura y amor. Pero ese sueño acaba, cuando la chica que tengo debajo de mi, me pregunta consternada el por qué me estoy riendo durante el sexo, mientras ella se encuentra jadeando de algo a lo que soy indiferente. La verdad, no sé como he logrado traer tantas mujeres a esta casa en tan poco tiempo. Nunca tuve labia o una personalidad carismática, no soy "de buenos sentimientos" o muy atractivo, no tengo una fortuna y mi vida social se redondea a cero. Mi primera novia fue mi esposa y ahora que ya no está aquí, resulta que soy un Don Juan. Es tan irreal que estoy empezando a volverme creyente, pero no me conviene, porque solo me hundiré aún más en el infierno y no quiero encontrarme con Satanás, no se pueden tener dos bestias diferentes en un mismo espacio, pero... ¡No te preocupes! las chicas se encargan con mucha pasión de enviarme al tártaro, y aunque suene a más estiércol... no me importa si se ofenden, sé que soy un patán y me siento mal por ello un rato, pero cuando llega este momento, la verdad me desconozco y todo rastro de humanidad que había en mi, fácilmente se esconde.
Este día no es la excepción, durante su razonable ira, me dispongo a prepararme una taza de café mientras que ella azota la puerta esperanzada a que vaya a perseguirla y le diga que soy un idiota, pero no lo haré, no porque no sea un idiota o no se merezca una disculpa de mi parte, sino porque la regla de tomar mi taza de café a las 7:10 p.m. no se puede romper.
Algunas de las mujeres que traigo al departamento han respetado esa actividad e incluso quieren formar parte de este ritual, pero el café que preparan no me gusta. Es demasiado frío, cargado, insípido o caliente, pero nunca está en el punto exacto. Sorbo de la taza de café que he tomado los últimos doce años, pero nunca me había dado cuenta de que el café que preparo sabe asquerosamente amargo. Probablemente Miriam le ponía más azúcar de la que me gusta, pero por alguna razón, su café nunca me hostigaba, aunque siempre le decía que había mejores marcas, para molestarla un poco. No importa cuán cansada estuviera, después de un día atareado de trabajo en unas oficinas de periodismo, llegaba a casa a las 7:00 p.m., y siempre me invitaba una taza, del café que tanto le gustaba diciendo "Haré el mejor café del mundo, dame 10 minutos" con una sonrisa burlona.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario