viernes, 5 de abril de 2019

De papel a pantalla



Recibí mi primer diario cuando estaba en preescolar. Desconocía la razón por la que una madre regalaría un diario a una persona de preescolar. 

En aquel entonces no escribía demasiado. Me limitaba a escribir las cosas que me parecían más relevantes de mi vida: encontrar una moneda en la calle, mi molestia al no encontrar una camisa, hasta pensamientos vagos sobre la escuela. No sobrepasaban los cinco renglones y solía adjuntar un dibujo amorfo. 

Pensaba tantas cosas en general, que solía ser de esa clase de niños que no paran de preguntar, y que la gente que convive contigo, se desespera por no saber las respuestas y escuchar tu voz constantemente, aunque, lo que tenía que ver con verdaderos problemas o relacionado con desconocidos, me lo callaba. Era una mal mezcla de introversión y extroversión igual de amorfa que mis dibujos. Supongo que para eso era el diario, tal vez mi madre pensaría que contaría mis problemas en ese cuaderno, lástima que que se equivocó.

Dejé el diario en primero de secundaria, y fui aprendiendo a reservarme muchos pensamientos e ideas, ya podía expresarme mejor frente a otros, pero siempre he sido mejor expresándome por texto, por lo que en segundo de secundaría retomé esto (pero en una versión más mejorada), utilizaba un viejo cuaderno para poner cualquier cosa y que dejé de utilizar en preparatoria debido a que se me acabó el cuaderno y por alguna razón me generaba sensación de malestar utilizar uno nuevo. 

Últimamente ando hecha un desastre, por lo que decidí retomar mi auto-terapia reflexiva, así que he hecho este blog, ya que no hay problemas de papel. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario